tiempos de ida y vuelta

Tenerife es una isla que se tarda tiempo en asimilar, una isla llena de espacios cambiantes, climas cambiantes, nubes que aparecen y desaparecen, naturaleza desbordada. Sientes el espacio como si estuvieses paseando entre los pies de un gigante y, en recorridos de cinco minutos, pasas del océano soleado a las brumas de las montañas, al mar de nubes, y vuelta a bajar.

La vegetación en esta isla es como subir por una escalera e ir encontrándose diferentes estadíos, como recorrer diferentes regiones en unos pocos de kilómetros. Arrancar en el oceano, con esas playas formadas por coladas de lava; cantos rodados, arena negra, rocas puntiagudas, rodeadas de tabaibas. Uno de los paisajes más característicos de la costa tinerfeña. Seguir subiendo en altitud y llegar a la zona de las xerófilas, toda esa vegetación característica por sus verdes ténues y su resistencia a la sequía. Formas de todas clases, especies con raices pivotantes que te hacen sentir como en el más remoto de los desiertos, un espacio que te lleva la cabeza a sentir como si estuvieses en el estadounidense Joshua Tree National Park.

Pero si algo hay que destacar de este espacio es el poder conocer los bosques de laurisilva, un bosque que es el que está en el imaginario de todas las personas cuando se dice la palabra bosque. Este bosque subtropical posee vegetación típica de la región macaronésica -formada por las islas de Azores, Canarias, Cabo Verde, Madeira y las Islas Salvajes-, y es uno de los mayores regalos que se le puede dar a quien sea amante de los bosques. Brezos de más de 15 metros de altura, laureles, tejos, helechos gigantes…,vegetación que a quien llega de la península no puede más que sorprenderle.

Un tipo de selva lluviosa o bosque húmedo característico por «atrapar las nubes», en el que no hay cambios estacionales y está compuesto por árboles generalmente de hoja perenne. Estas hojas son las que favorecen la condensación de la humedad que hay en las nieblas que aparecen constantemente en la zona, generando así una lenta y fina lluvia llamada «lluvia horizontal». El bosque mantiene la lluvia, y la lluvia mantiene el bosque.

«Las playas formadas por coladas de lava, rodeadas de tabaibas, es uno de los paisajes más característicos de la costa»

Hay otro bosque en el siguiente escalón, el bosque de pino canario (Pinus canariensis), un pino característico por tener tres acículas -el resto de los ejemplares de Pinus únicamente tienen dos-. Un bosque con escaso sotobosque, cuyo suelo está invadido de pinocha (nombre tradicional dado en la isla a las acículas de pino), materia vegetal recogida y utilizada históricamente por «pinocheros» y «pinocheras» para venderla y utilizarla como cama para las bestias en establos, fertilizante agrícola natural, embalaje de protección para transportar fruta y verdura, relleno de colchones…

Y por último, coronando todo este vergel, se encuentra el Teide. Este es el elemento más característico de toda la isla, declarado Parque Nacional en 1954 y Bien Natural del Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en el año 2007, es uno de los paisajes volcánicos más característicos de Europa. Esta zona se encuentra prácticamente desprovista de vegetación, con pequeñas pinceladas de vegetación supramediterránea y una serie de endemismos.

Nos encontramos en una zona que tiene una altitud media de 2.000 metros, y que a su vez su cima representa el pico más alto de España, con 3.718 metros de altitud. Estamos en la cima de uno de los espacios más emblemáticos de Europa, con su paisaje que nos hace trasladarnos mentalmente a cualquier otro planeta, pensando que ese puede ser cualquiera excepto la tierra.

Con la llegada al Teide hemos coronado la isla, hemos subido los cinco peldaños de esta escalera, hemos caminado por sus paisajes. Pero acercándonos un poco a la idea de Carlos Muñoz Gutierrez en El Paisaje Habitado, todos estos paisajes que esta cámara ha visto ya no existen, porque ahora están en otro tiempo, en otro instante.

28°16′07″N 16°36′20″O